La dieta mediterránea se plantea como la solución a muchos de nuestros males: previene enfermedades coronarias, se asocia a una reducción del colesterol en sangre, reduce el sobrepeso, etc. Prácticamente, el remedio para las principales enfermedades del siglo XXI. Pero, ¿qué es la dieta mediterránea realmente? ¿cómo ha evolucionado? ¿es tan saludable como nos quieren hacer creer?
La gran industria alimentaria es consciente de lo valioso que es aportar el apellido “mediterráneo” y por ello es capaz de vender como saludable bebidas azucaradas solo por tener un sabor a frutas que se consideran mediterráneas o una bolsa con patatas estilo mediterráneo, aire y grasas saturadas.

Y con ejemplos menos evidentes como que consumir carne, lácteos, cereales, galletas…, todos los días es sano para nuestro organismo. Llevamos décadas asumiendo demasiada información contradictoria (lo que hoy es malo hace años era lo mejor), miles de variedades de productos procesados resaltando cualidades como fresco, natural u orgánico. En definitiva, un gran rollo de mil demonios.
Desde nuestro punto de vista como profesionales de la alimentación, creemos que la información es clave para que las personas podamos tomar decisiones que sean beneficiosas para nosotras y sin estar sugestionadas por terceros, por eso venimos a hablarte sobre qué es realmente y cómo se hace la dieta mediterránea.
Más que dieta, preferimos llamarlo estilo de vida
La dieta mediterránea se basa en el consumo de alimentos frescos y locales, principalmente de origen vegetal, evitando productos precocinados, congelados, procesados… Pero también incluye como uno de sus pilares, la actividad física diaria (imprescindible independientemente de la dieta que llevemos) y compartir tiempo con la familia mientras se cocina, transmitiendo conocimientos de generación en generación (algo bastante cultural en la zona mediterránea).
Hace unos días, leíamos una reflexión sobre el futuro de la alimentación en España (en concreto en Mallorca) que hablaba sobre lo que supuso la globalización en el ámbito agroalimentario. Ahora vemos como normal ir a comer sushi, poke, wok y cualquier otro alimento extranjero, dejando a un lado la dieta local y que por suerte gracias a nuestro clima, es muy variada, riquísima y nutritiva.
Como consecuencia de todo esto, hemos perdido la costumbre de consumir alimentos de temporada, locales, que requieren tiempo y dedicación para sustituirlos por alimentos rápidos, con conservantes y aditivos con el único fin de ganar tiempo. ¿Tiempo para qué? Nos preguntamos, ¿no hay mejor forma de cuidarse que invertir tiempo en nuestra salud?
¿Qué alimentos incluye la dieta mediterránea?
A continuación, te mostramos la pirámide de la dieta mediterránea, que señala qué alimentos forman parte de la base y cuáles se deben consumir pero en menor medida.

1. Alimentos de origen vegetal
Las verduras, hortalizas, frutas, legumbres y frutos secos son la principal fuente de vitaminas, minerales y fibra de la dieta mediterránea. Así, el aceite de oliva, las aceitunas y las semillas representan el principal aporte de grasas.
Y con ello, nos referimos a vegetales de proximidad o de kilómetro cero, locales y de temporada, cuyo impacto ambiental es menor que aquellos que viajan miles de kilómetros para que podamos comer sandía en enero. En el post ¿Cómo identificar alimentos saludables, sostenibles y seguros? te explicamos más en detalle las ventajas de consumir local.
2. Dale una vuelta a los cereales y lácteos
Algo importante que queremos destacar es que los cereales han pasado a no ser la base de nuestra alimentación y ahora están en el mismo nivel que el resto de vegetales, frutas, hortalizas… Lo cual, es muy positivo.
Algunos cereales como el arroz, la pasta, el pan o el cuscús ocupan un lugar importante en esta pirámide de la dieta mediterránea, aportándonos hidratos de carbono.
Sin embargo, muchos profesionales hablan del consumo excesivo de cereales en nuestra dieta y optan más por inclinar la balanza hacia las grasas saludables (semillas, frutos secos, aove, aguacate, coco, pescado azul…).
De esta forma, la principal fuente de hidratos debería provenir de productos de origen vegetal (frutas, verduras, hortalizas, semillas, tubérculos, raíces, germinados, setas) y en menor medida de los cereales. Eso sí, siempre integrales para aportarnos fibra y lo más variado posible, ya que el trigo ocupa un lugar demasiado importante en nuestra alimentación actual.
En nuestra tienda podrás encontrar una amplia variedad de cereales a granel y sin gluten.

Algo parecido sucede con los lácteos y sus derivados. Desde el punto de vista de muchos profesionales de la nutrición (incluidas nosotras) el consumo diario de lácteos es algo que no aporta nada a nuestra salud. Por fortuna, la leche ha dejado de ser un alimento imprescindible en nuestra sociedad sobrealimentada y malnutrida.
Desde Mi Granito, en caso de querer consumir productos lácteos, recomendamos otras opciones como los fermentados lácteos (yogur natural, kéfir…) que son más saludables y pueden consumirse sin problema 2-3 veces por semana.
3. Aporte de proteínas
La fuente de proteínas puede realizarse a través de alimentos de origen vegetal (legumbres, soja, tofu, semillas…), por medio de alimentos de origen animal (huevos, pescado fresco, carne fresca, marisco) o con una mezcla de ambas.
Al contrario de lo que se cree, en la dieta mediterránea original (no la occidentalizada) el consumo de alimentos de origen animal se realizaba de forma puntual, muy lejos del desmesurado consumo de carne diario que promociona una vez más, la gran industria.
Lo que de verdad importa es aportar la cantidad necesaria de aminoácidos que necesita nuestro metabolismo.
Pero queremos destacar que algunas fuentes de proteínas vegetales, como las legumbres, son más sanas que las proteínas de origen animal. Además, están libres de sufrimiento, antibióticos y otras hormonas. Son, por tanto, alimentos más frescos y es posible llevar una dieta equilibrada a base de alimentos de origen vegetal. De hecho, nosotras te ofrecemos en nuestra tienda y desde nuestras redes (Instagram y Facebook) alternativas veganas, como por ejemplo esta receta de hamburguesas vegetales.
4. La base de la pirámide: ejercicio físico, relaciones sociales, productos tradicionales y locales
Cuando decimos que la dieta mediterránea es más un estilo de vida, es porque realmente lo es y lo demuestra la base sobre la que se sustenta. Las relaciones sociales, la convivencia, transmitir conocimientos de generación en generación, cocinar a fuego lento alimentos locales y de temporada, etc. Nos parece tan importante como lo que comemos, ya que cuida nuestro bienestar físico y emocional.
Destacar también que la hidratación en la dieta mediterránea se basa en agua e infusiones. Muy lejos quedaron las bebidas azucaradas industriales, por mucho que nos quieran hacer creer.
Recuerda, cuanto menos tengas tú que preparar, más preparado (e insano) será ese alimento.
Y en cuanto al ejercicio físico no tenemos nada que aportar más que llevar una vida activa es sinónimo de salud. Caminar, pasear, correr, ir al gimnasio, nadar, hacer yoga, senderismo… hay muchas formas de evitar el sedentarismo, encuentra la tuya. 😉
Y si lo que estás buscando es perder peso y mantenerlo, no hay mejor forma que llevar una dieta rica en alimentos frescos, adaptada a nuestro metabolismo y combinándola con rutinas de deporte. Nosotras podemos ayudarte a crear una dieta personalizada según tus necesidades y objetivos.
¿Por qué debemos recuperar la dieta mediterránea de nuestros abuelos y abuelas?
Por salud.
Por cuidado al medio ambiente.
Por la economía local y un comercio justo.
Una alimentación basada en productos locales, de temporada y frescos, evitando los alimentos procesados (en su mayoría con grasas saturadas, aditivos, conservantes…, en definitiva químicos) es más saludable para nuestro organismo y para el planeta.
Sabemos que desafiar a la industria alimentaria es complejo, pero no imposible. El primer paso es empezar por un pequeño cambio que luego serán dos, tres, cuatro… Quizás si estás algo perdido/a te interese saber cómo comprar a granel y sostenible sin dejarte un riñón.
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